Existe una amplia variedad de monólogos posibles pero cuatro de ellos
merecen ser destacados.
1) El monólogo del preocupado: el individuo tiene pensamientos en que se
enfrenta siempre a lo peor, donde todo es una amenaza. Ante cualquier hecho
los pensamientos apuntan al peligro, a lo adverso. El sujeto mantiene una
actitud vigilante y alerta que no le permite estar sereno o equilibrado por su
percepción cercana a la catástrofe. Dentro de varias alternativas posibles, la
peor suele estar en primer plano y todo estímulo supone una amenaza. La
tensión suele ser inevitable con sus consecuencias negativas sobre la salud.
2) El monólogo del autocrítico: en él, de manera continua, el sujeto se juzga
y se reprocha a sí mismo, pasando siempre por alto lo positivo y destacando
lo negativo de su accionar. La autocrítica exagerada suele transformarse en
devastadora para la autoestima ya que ella se genera a partir de una adecuada
valoración propia y al ser excesivamente crítico se sentirá insatisfecho tanto
con su rendimiento como con su habilidad social.
3) El monólogo de la víctima: la persona tiende a pensar en todo lo malo que
le ha pasado y le pasa con la convicción que lo persigue la mala suerte, sin
tener ningún control sobre lo que le sucede, con la convicción que el mundo y/
o los demás se aprovechan de él o le causan daño desempeñando el papel de
perjudicado. Sus problemas nunca tienen una solución satisfactoria por lo cual
vive torturado sin poder alcanzar lo que anhela. Suele rendirse con anticipación
antes que enfrentar un desafío de manera realista. Sus pensamientos
desesperanzados lo pueden llevar a la depresión.
4) El monólogo perfeccionista: sus ideas apuntan siempre a hacer más y mejor
las cosas, con tendencia a llenarse de obligaciones. Valora más el deber que
el placer. Hace esfuerzos permanentes ignorando las señales de alarma de su
organismo por lo cual es propenso a no registrar las evidencias del esfuerzo
y agotamiento. Aunque el perfeccionista suele lograr mejores resultados
paga un precio muy alto por la tensión, el miedo al error y el riesgo al fracaso.
Los trastornos psicosomáticos (cefaleas, colon irritable, dolores corporales,
hipertensión, gastritis, etc.) suelen ser secuelas frecuentes.
Estos monólogos generan un constante estado de tensión que ocasiona un
importante desgaste orgánico, cambios químicos en el cerebro y alteraciones
hormonales.